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Diversificar las fuentes de financiamiento: el caso de la Isla de Anguila y la inteligencia artificial (“.ai”)

  • Writer: Alejandro Martínez Leal
    Alejandro Martínez Leal
  • Sep 2
  • 2 min read

En la década de los noventa, a la pequeña isla caribeña de Anguila le asignaron, casi por casualidad, las dos letras que la identificarían en internet: .ai. Nadie imaginaba entonces que, con el auge de la inteligencia artificial, ese código digital se convertiría en una de sus principales fuentes de ingreso. Hoy, con una población de apenas 16 mil habitantes y una economía tradicionalmente dependiente del turismo de lujo, La isla de Anguila obtiene alrededor de 39 millones de dólares al año por el registro de dominios .ai. Para dimensionar, esto representa casi una cuarta parte de su presupuesto público, una magnitud comparable a lo que recibe de su sector turístico, que aporta en torno al 37%.


El gobierno de la Isla de Anguila espera que estos ingresos aumenten a 132 millones de dólares este año, y a 138 millones en 2026.


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Fondo para el Futuro: Apostando a la Resiliencia


Lo interesante del caso es que el gobierno anguilense ha empezado a concebir estos ingresos como una especie de fondo para la resiliencia. Con ellos busca financiar la modernización del aeropuerto, invertir en infraestructura más resistente, ampliar el acceso a salud y servicios públicos, e incluso garantizar fondos de emergencia que permitan enfrentar crisis futuras sin depender exclusivamente de la ayuda externa.

Así, un activo intangible —dos letras en internet— se convierte en una herramienta concreta para fortalecer la capacidad de respuesta y reducir la vulnerabilidad de toda la economía local.

La experiencia de la isla de Anguila nos recuerda que diversificar las fuentes de financiamiento permite reducir la dependencia de sectores frágiles y asegurar que los ingresos extraordinarios se traduzcan en beneficios colectivos de largo plazo.


Nuestra experiencia en Pittsburgh


Este enfoque no es exclusivo de una isla caribeña. En Pittsburgh, nos encontramos con el reto de identificar recursos para revitalizar el centro y financiar obras de infraestructura críticas.


Analizamos un portafolio diverso de ingresos que incluyó impuestos al consumo (1% de ventas, bebidas alcohólicas, marihuana), al turismo (ocupación hotelera), a sectores emergentes (rideshare), a empresas (retenciones patronales, impuestos corporativos) e incluso a actividades recreativas (amusement tax).


La lección es clara: cuando se trata de resiliencia financiera, ningún territorio puede depender de una sola fuente de ingresos. Tanto en la Isla de Anguila como Pittsburgh muestran que la clave está en reconocer activos —físicos, digitales o culturales— y traducirlos en mecanismos innovadores de financiamiento público.


Una apuesta de futuro


En un mundo expuesto a cambios climáticos, tecnológicos, económicos y sociales, los gobiernos necesitan mirar más allá de las herramientas tradicionales. La Isla de Anguila tuvo la suerte de heredar las siglas .ai, pero lo que realmente importa es lo que está haciendo con ellas: transformar un golpe de suerte en una apuesta de futuro.


En Diagonal compartimos esta visión. Nuestra labor consiste en identificar activos ocultos, diseñar mecanismos financieros innovadores y asegurar que se conviertan en palancas de desarrollo sostenible. Como en Pittsburgh, donde buscamos fuentes alternativas para financiar infraestructura en el centro, creemos que la resiliencia urbana se construye reconociendo oportunidades únicas y traduciéndolas en bienestar colectivo.

 
 
 

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